Éste fin de semana hemos estado en La Alpujarra y no queríamos venirnos sin haber subido al Mulhacén, el pico más alto de la Península (3482m.).
En un principio íbamos a pasar unos días de tranquilidad, sin hacer ninguna actividad de mucho esfuerzo, pero nos tentó la idea de estar tan cerca del Mulhacén, así que nos decidimos a subir.
Cómo no habíamos pensado en ello, íbamos poco preparados, llevabamos zapatos de senderismo, pero no mucho más. Bajamos al pueblo de Motril, que ya conocíamos de otras veces, y nos compramos dos mochilas, gorras, crema solar y comida, agua y fruta para llevar.
Íbamos en vaqueros, camiseta de manga corta y un polar. Cuando nos vió el guía del minibús, nos dijo que llevábamos poca ropa de abrigo, que allí arriba podía hacer mucho frío, de echo, el día antes, la gente que subió se tubo que volver porque se nubló e hizo mal tiempo. Ése día amaneció despejado y confiábamos en que tendríamos suerte, lo intentaríamos y si no, pues nada, a volvernos.
El minibús salió a las 8.30 de la mañana del pueblo de Capileira (vale 8 € por persona ida y vuelta), y nos llevó hasta el Alto del Chorrilo. Allí nos recojerían a las 4.15 de la tarde.
Comenzamos la ruta a las 9.40. Todos los que iban en el minibús subieron por la loma del Mulhacén, pero a nosotros, sin tener ni idea, nos dió por tomar el camino que vá hacia La Caldera, una pista que rodea el Mulhacén por el Oeste. Pensamos que habíamos elegido el camino más fácil, pero poco después nos daríamos cuenta de que estábamos equivocados. La verdad es que mereció la pena porque hay unas vistas muy bonitas del río Mulhacén, el Veleta y varias lagunas.
Poco antes de llegar a La Caldera se vé el sendero que sube hacia el Mulhacén (aquí fué donde nos dimos cuenta que no tomamos la ruta más fácil), tiene una desnivel de 400m. en 1 kilómetro apróximadamente de recorrido. Empezamos a subir lentamente, yo me paraba cada 15 segundos, a veces menos, empezaba a notar "el mal de altura", por la variación de la presión y el descenso del oxígeno en el aire. En los últimos metros soplaba un viento fuerte que casi no me dejaba respirar, tube que ponerme la visera de la gorra tapandome la nariz y la boca.
Por fín llegamos a la cima, eran las 12.35 y hacía un aire helado. Una chica alemana nos hizo la foto de recuerdo y luego nos metimos en medio de las ruinas de los barracones que hay por allí para comer, en una esquina donde no nos daba el aire pero sí el solecito.
Yo no sé si fué por el esfuerzo o por la altura, pero tenía la cara muy tirante, me costaba hasta sonreir, los dedos de las manos hinchados, un fuerte dolor de cabeza y ganas de vomitar. Después de comer me tomé un paracetamol y a los diez minutos, con el estómago lleno y más relajada, se me quitó todo.
Volvimos a subir a la cima, más tranquilos, para saborear las fantasticas vistas. A mí, que tengo vértigo, cuando me asomé por el norte, desde donde se vé la laguna de la mosca, me entró un cosquilleo por el estómago y las piernas, que me bajé de allí pitando.
A la 1.05 empezamos a bajar, ésta vez por la loma del Mulhacén, a las 3.00 ya estábamos en el Alto del Chorrilo. Comimos algo asomados al mirador de Trevélez y nos tumbamos a descansar en una roca hasta que llegó el minibús. Llegamos a Capileira a las 5.25. Propósito conseguido.
Ah, decir que al final tubimos mucha suerte con el tiempo, incluso nos quemamos la cara del sol.
¡Hasta la próxima!
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